2012Creo que ya deben haber calculado que no soy seguidor de reducir el conocimiento a pequeñas anécdotas. Sin embargo,  para explicar el punto de esta edición, no pude evitar comenzar contando una pequeña historia.

Parece tan distante ese año de 1999. Bil Clinton sobrevivía a su escándalo, el 11 de Septiembre era solamente una fecha como cualquier otra, Zedillo era solamente otro presidente priísta más, y muchos fanáticos del la música pop adoraban a una joven cantante llamada Britney Spears.

Puede que muchos recuerden eso. Pero lo que la mayoría ya olvidó, a solamente poco más de 10 años, es que en esos tiempos había un temor particular en el aire: el problema del Año 2000 (Y2K): el problema de la inhabilidad de las computadoras para leer fechas más allá de 1999, convirtiendo el 1 de enero del 2000 en una pesadilla de proporciones bíblicas.

Según esta (ahora nos parece) alocada teoría, los aviones se caerían del cielo, el mercado de valores colapsaría, las redes eléctricas y los sistemas de agua y teléfono dejarían de funcionar y las plantas de energía nuclear se convertirían en Chernobil 2.0. Los ahorros de los pensionados serían inaccesibles o se borrarían, una cascada de colapsos en las comunicaciones y el comercio crearía escases de alimentos y medicinas que producirían ira y levantamientos de la población de todo el mundo.

Sin embargo, entre los pocos que negaban el problema Y2K estaba Bill Gates, quien no solo declaró que las PC’s con Windows no tendrían problemas al manejar las fechas del nuevo siglo, sino que tuvo la audacia de culpar a aquellos que “adoran contar historias de miedo” para fomentar la ansiedad global. La negación de Bill Gates fue ignorada mientras el gobierno y las corporaciones ponían en marcha costosos esquemas para inmunizar sus sistemas en contra del Y2K.

Y ese es solo el ejemplo racional. No faltaron los fanáticos religiosos que asociaron el susodicho problema de las computadoras al advenimiento del Apocalipsis. Por ejemplo, Reverendo Jerry Fallwel sugirió que el problema del año 2000 sería la confirmación de que profecía cristiana del “Instrumento de Dios para hacer temblar esta nación.”

La fecha pasó y… nada pasó. Con la excepción de algunos que otro problema que se solucionó en la semana, el mundo seguió funcionando. Si no contamos el famoso problema Y2K, 1999 debió ser uno de los años más felices para el mundo en general, sin embargo, si no conocemos nuestras computadoras, menos conocemos nuestros demonios internos. En lugar de disfrutar de cuánto nos facilitan la vida, tomamos las computadoras como un pretexto para alimentar nuestra necesidad de espantarnos por una calamidad que supuestamente se avecina.

Ya que leyeron esto, ¿a qué les suena últimamente? Sí, le atinaron: la susodicha Profecía del 2012.

Ya sé que ya había escrito sobre esto anteriormente, pero, aparte de que esa vez fue solamente una especie de introducción al tema, a diferencia de la mayoría de la gente, yo sí tengo presente que tendemos a olvidar. Y no me refiero al corto plazo cuando se me olvida donde dejé mi Nextel hace solamente media hora. Me refiero a que como seres humanos tendemos a olvidar lo que nos pasó hace algunos años. Ni siquiera muchos.

Ahora mezclen esa tendencia de olvidar lo que pasó hace 10 o 30 años con la necesidad innata (que aún investigo para luego desglosar) de los seres humanos de siempre creer en un apocalipsis futuro que se acerca pronto. Y para los que piensan lo suficiente, no crean que no tomo en cuenta que una de las razones de existir de las profecías de apocalipsis es simple y llano control a través del miedo. Es verdad que los escenarios apocalípticos funcionan como una pantalla a los problemas reales como la pobreza, la corrupción gubernamental, o los colapsos de sistemas financieros, problemas que realmente necesitan atención. Pero, desde mi punto de vista esa es solamente una de las consecuencias de la necesidad humana de tender a creer en su propia destrucción por catástrofes futuras sin pruebas tangibles o comprobables.

Existe algo muy profundamente implantado en nuestra historia evolutiva que hace que los humanos tiendan a creer ese tipo de historias, exactamente de la misma manera que existe la tendencia humana a olvidar hechos importantes después de algunas décadas. El pasado nos lo ha comprobado una y otra vez: el colapso de los Mayas, la desaparición de la civilización de la Isla de Pascua, la extinción de ciertas especies a causa de la actividad humana, el despilfarro de dinero en campañas innecesarias. La lista es larga.

Ahora bien, muchos pueden pensar: eso fue en el pasado, ahora tenemos la tecnología y los métodos para recordar lo que hicimos antes. Pues resulta que el problema del Año 2000 fue hace solo 10 años. Y hace solo 10 años ya teníamos al menos un siglo de tecnología, de educación y de archivos históricos. Sin embargo, ya lo olvidamos. Y ahora creemos en que dentro de 2 años llegará una nueva tragedia global. Y, si se ponen a investigar, está pasando exactamente lo mismo que hace 10 años. Las religiones apocalípticas están relacionando sus propias escrituras con el 2012, los fanáticos religiosos mueven los temores de sus seguidores en relación con esa fecha… y hasta existe hoy una nueva forma de hacer creer en el Apocalipsis de manera “científica” (y noten las comillas).

Ahora resulta que varios “expertos” racionalizan científicamente la catástrofe del 2012 con teorías basadas en pseudociencia que encandila hasta a algunos que no lo creerían de la manera tradicional. Vean a veces el History Channel y sabrán a lo que me refiero. El centro de la galaxia, la superactividad solar, la alineación del brazo de Orión… bla, bla bla. Hasta a mí me parecen a veces una romántica y bien construida historia de ciencia ficción. Sin embargo, cuando me doy cuenta de que mucha gente se la cree íntegramente… ya no me resulta tan romántica.

Pero… lo peor es que esto no es lo peor. Esto es solo en los casos de Finales del Mundo que nunca llegan. Lo peor es que este mismo patrón se apodera de nuestro conocimiento de las tragedias reales. Tragedias como las causadas por terremotos, epidemias, fanatismo religioso, huracanes, corrupción gubernamental, guerras, colapsos financieros. También tendemos a olvidar que pueden pasar. Antes como ahora. Y, antes como ahora, por lo mismo pasan. Pero los volvemos a olvidar. Ya no vivimos menos de 40 años, ya tenemos un sistema de archivo histórico, un sistema de comunicación global… y sin embargo lo olvidamos.

Pero, hey, como digo muchas veces ¿qué le vamos a hacer? La gente no dejará de creer en Santa Claus, en el Apocalipsis, en la profecía del 2012, en los horóscopos, en Dios… para el caso es lo mismo. Como dijo por ahí Homero Simpson: “¡Marge! ¡Yo soy solo un hombre!.”