Buscando sobre qué escribir este post, me encontré de repente preguntando en las redes sociales para ver si alguien me lanzaba alguna idea, cuando caí en cuenta de que había caído.
Y me dí cuenta de que sería un tema interesante escribir precisamente sobre la nueva dependencia (porque el alcohol y las drogas son las dependencias tradicionales). Estoy hablando precisamente de las comunidades sociales en la web.
Para quienes no tengan idea de lo que hablo (que para estas fechas, lo dudo), debo explicar rápidamente que las también conocidas como redes sociales no son más que servicios o sitios web donde muchos usuarios pueden registrarse para estar al tanto de el resto de los usuarios de la misma comunidad digital o inclusive de varias redes al mismo tiempo. El ejemplo más conocido: Facebook.
A pesar de que las redes sociales han existido desde finales del siglo pasado, es hasta hace algunos años que se han convertido en la nueva adicción de las masas. Una gran cantidad de los usuarios de ese tipo de sitios se sienten desconectados cuando no se encuentran poniendo comentarios o actualizando su perfil. Sienten que no tiene vida social si nadie les ha puesto comentarios o mandado un mensaje en más de un día, y se preocupan por estar “siguiendo” al amigo o al artista más popular que el resto de sus “amigos” tienen ya agregado.
Ahora bien, debo aceptar que la verdad es que la llamada súper carretera de la información (internet, pues) está plagada de proyectos que un día tuvieron un gran auge y que en su tiempo fueron la gran cosa en la que todo usuario quería estar, así que es peligroso suponer que de lo que se habla mucho en la web será un fenómeno que durará por siempre. Pero las redes sociales se encuentran al parecer en una clase especial de fenómeno, por razones que datan desde antes de la memoria humana.
Los chismes y la evolución humana
Investigando sobre el tema, me encontré un curioso libro que me provocó una especie de Deja Vu sobre esto del auge de las redes sociales digitales de hoy en día, a pesar de haber sido escrito hace 20 años. Escrito por el antropólogo británico Robin Dunbar, “Gossip, Grooming and the Evolution of Language” es un libro que con bases científicas, investigación y estudios propios, básicamente nos lleva a la conclusión de que la especie humana de hecho sí ha cambiado desde la era primitiva. Aunque muy poco en realidad.
Dumbar explica que allá en los tiempos paleolíticos, cuando nuestros ancestros (le pese a quien le pese) eran más monos que humanos, comprender la jerarquía de uno en el grupo era muy importante. Comparados con otras criaturas, los humanos son animales sociales, así que el conocimiento de las relaciones (quién se aparea con quién, quiénes son aliados, quiénes acaban de pelear) era crucial para que los primates mantuvieran o avanzaran en su lugar en la manada. Así nació el chisme. Aunque en esos tiempos sin lenguaje, el chisme se transmitía de otra manera.
Los primeros homínidos mantenían y comunicaban sus relaciones a través del comportamiento de acicalado, de la misma forma que aun lo vemos en algunos primates actuales. Los babuinos y los chimpancés ocupan más del 20% de su tiempo acicalándose entre sí. Pero, más que para peinarse y eliminar los parásitos, acicalarse era una manera de establecer y mantener amistades, determinar la jerarquía en la tribu y mostrar las relaciones sociales con otros miembros. Se puede decir básicamente que el acicalado fue la primera aplicación de redes sociales.
La necesidad del lenguaje
Tomando en cuenta lo anterior, podemos llegar a inferir (si le pensamos un poquito) que el lenguaje simplemente fue una adaptación que surgió de la necesidad de extender la red social conforme el número de individuos de la manda (y el número de mandas o tribus) crecieron con el tiempo. Cuando ya se eran más de 20, era muy difícil y tardado acicalar a los demás, después de todo. Así que el lenguaje emergió para reemplazar al acicalado como un medio para establecer relaciones sociales. ¿Por qué creen que los primates sin lenguaje aún se acicalan y nosotros ya no? Bueno, no todo el tiempo, claro.
Ahora, con el lenguaje, nuestros ancestros podían en 20 minutos comunicarse con varios miembros de la tribu a la vez. Así que, contario a la teoría tradicional que dice que el lenguaje evolucionó como una manera de coordinar la caza, Dunbar propuso que éste se desarrolló para mantener e identificar relaciones sociales. Y no nos hemos detenido desde esos tiempos.
Las redes sociales digitales
Ahora claro, ya no nos basta con mantener conversaciones con 20 individuos. Las redes sociales web llenan esa necesidad a un nivel personal: es un motor social increíblemente eficiente, con una habilidad sin precedentes para establecer la naturaleza precisa de las relaciones (éste es mi top five, a éstos sigo, a éstos no, de éstos soy fan…). Esta es una necesidad ancestral que nunca ha desaparecido.
Así que ahora pregúntense: ¿Cuánto hemos cambiado en realidad desde que nuestros ancestros se rascaban entre ellos?
Y aún así siempre habrá gente que quiere pensar que los humanos son diferentes y especiales en comparación con el resto de los animales. Y lo hace público en su cuenta de Facebook.
Robin Dunbar
Robin Ian MacDonald Dunbar es un antropólogo y biólogo británico especializado en comportamiento primate. Es mejor conocido por haber formulado el Número de Dunbar (alrededor de 150 más o menos), una medida del “limite cognitivo para el número de individuos con quienes una persona puede mantener relaciones estables.”
Dunbar, hijo de un ingeniero, recibió su educación en el Magdalen College y luego en Oxford. Después se desempéñó 2 años como escritor freelance de ciencia.
El profesor Dunbar es un director del British Academy Centenary Research Project “De Lucy al lenguaje: La Arqueología del Cerebro Social” y es parte del proyecto “Identificando el Repertorio Religioso Universal”.