El Dilema de la Mujer

El sexo existe para tener hijos. Punto. Sin importar lo que a la gente le guste pensar o lo que la sociedad “civilizada” (y dicho sea de paso, la mercadotecnia) hayan comenzado a dictar desde hace ya varios siglos, el hecho de que el sexo sea disfrutable no es su fin sino simplemente un medio para el fin. Y ese fin es la reproducción de la especie.

Las especies perduran en el planeta gracias a la reproducción, y en el caso de los humanos (y para el caso casi todas las especies de animales complejos) a la reproducción sexual. Simplemente es la forma que la evolución encontró para ayudar a perpetuar las especies a través de las generaciones. Y la base es simple: los machos deben buscar una (o varias) hembras para poder copular con ellas y que cuiden a su descendencia; las hembras deben buscar un macho que les ayude a criar a sus retoños y que, si es posible, pueda heredarles genes exitosos.

Y lo que ha funcionado con el tiempo para que nuestra especie se reproduzca es que caemos en un engaño. Este engaño consiste en el hecho de que el sexo es disfrutable, divertido y, por consiguiente, deseable. Obviamente si las personas buscan tener sexo porque lo disfrutan, muchas de esas veces resultaran en un embarazo. Y ese es el engaño. Es como el pez de las profundidades que prende su lucecita para llamar la atención de un pez más pequeño y que cuando llega se da cuenta muy tarde de que era una trampa.

El engaño doble

Para hacer las cosas más complicadas la naturaleza ha implementado un engaño más en el caso especial de la reproducción de los seres humanos. Como ya he escrito sobre esto anteriormente, esta vez solo lo resumiré rápidamente: nos tenemos que enamorar. O mejor dicho, tenemos que caer en la ilusión de lo que la gente conoce como amor.

Para tener más probabilidades de que la pareja que tendrá sexo, y por consecuencia un hijo, lo cuide hasta que se desarrolle para ser hasta cierto punto independiente, lo que ha funcionado para la evolución es la treta de que la pareja se enamore, es decir, que no solamente sientan la atracción sexual inicial sino que después de unos meses de compartir su vida sientan una conexión mucho más profunda y por ende duradera. Y esa conexión (que en promedio dura 5 años, el tiempo suficiente para que un niño ya no necesite tantos cuidados) es lo que llamamos enamoramiento.

Así que en pocas palabras, no solo el sexo existe para tener hijos, también el enamoramiento existe para el mismo propósito. Al igual que el hecho de que el sexo sea disfrutable no es el fin, el hecho de que el enamoramiento sea disfrutable y nos haga sentir felices tampoco lo es. En pocas palabras, los humanos son engañados doblemente con el fin de que se reproduzcan. Y el lado que siempre ha tenido problemas con ello (aunque ni se den cuenta) es el femenino… y muchos más desde hace unos siglos con el advenimiento de la “era moderna”.

El amor en tiempos modernos

Aceptémoslo: las mujeres son las que más se enamoran. A muchos esta frase les parecerá demasiado obvia, pero es necesario verla desde el punto de vista de las “Teresas”: ellas juran que no. Ellas juran que no se enamoran fácilmente y de que solo utilizan sus “encantos” para conseguir una buena vida y tienen sexo solamente por diversión. Pero nunca podrán contra su naturaleza y deben de enamorarse, muchas incluso más que las que no son tan “Teresas”.

Y ¿cuál es la naturaleza de las mujeres que hace que se enamoren más que los hombres? El simple hecho de que existen para concebir y criar a los hijos. Aquí se que una que otra “feminista” están poniendo cara de indignación, pero por favor aguántense, eso lo dejaré para otra edición, y de hecho no les va a gustar pero no van a poder negarlo de todos modos.

Así que el problema entre las mujeres y el sexo en la modernidad es el hecho de que de un tiempo a la fecha ya no es necesario tener sexo simplemente para tener hijos. Es decir, la comodidad de los tiempos modernos ha afectado a la psique de las mujeres al punto en que les gusta frenar ese instinto que les dice que el sexo es para tener hijos, y les gusta pensar que (como ya existen los anticonceptivos) el sexo es en sí para disfrutarse.

Y antes de que aleguen cualquier cosa, esto también puede aplicarse a los hombres, claro, pero el hecho de que en el hombre el enamoramiento sea menor solamente prueba que el problema, bien o mal, es principalmente femenino, por las mismas razones que describí anteriormente. Así, que, para bien o para mal, la evolución no es y nunca será equivalente para ambos sexos. Y en este caso quienes las llevaron fueron las mujeres.

El dilema femenino eterno

Así, siguiendo con lo que comenzamos el post anterior, todo lo ya mencionado se mezcla en una forma un tanto compleja de tal modo que dota a las mujeres de un conjunto de complicaciones psicológicas, la situación de la que nació el famoso dicho: “A las mujeres no hay que comprenderlas, solo hay que quererlas”.

Como ya vimos, por naturaleza las mujeres están genéticamente diseñadas para buscar en el sexo opuesto dos características que muchas veces son opuestas: buenos genes y un hombre proveedor. Esto normalmente no es un problema debido a que al final, el enamoramiento y el interés gana y la tendencia (para una relación a largo plazo) es decidirse por un hombre amoroso y proveedor, independientemente de que sea o no “guapo” o físicamente el modelo deseado.

Sin embargo, dependiendo del tipo de personalidad de la mujer, esta última tendencia puede ganarle a la primera. Si la mujer es del tipo de personalidad Artesana, es decir el tipo de persona que se deja llevar mucho más por sus deseos y por el momento, las probabilidades están del lado de que se convierta en una “Teresa”. Y pregunten de cual tipo de personalidad existen más humanos sobre la Tierra: Artesanos.

Y todo estaría bien, salvo por el hecho de que aunque su tipo de personalidad sea Artesana, el instinto de ser mujer y de necesitar enamorarse para tener hijos ganará el 99% de las veces. Y ese siempre será su trauma eterno: la lucha entre su tendencia a no importarle nada más que el momento y el instinto evolutivo de necesitar una relación estable.

Así que en pocas palabras, el famoso dicho de que no hay que entenderlas solamente ha hecho que se traumen más con el paso del tiempo… y que obras de teatro como “Los hombres las prefieren cabronas” sean tan populares, a pesar de que sean enfocadas erróneamente.