La agricultura: Arma de doble filo

Agricultura

La agricultura es normalmente conocida como uno de los mayores logros humanos, y su adopción como una de las más grandes contribuciones al mejoramiento de nuestro estilo de vida en comparación con los simios. De hecho, descubrimientos arqueológicos en las últimas décadas han puesto en claro que la agricultura trajo tantas maldiciones como bendiciones a la civilización moderna.

La adopción
Por el mayor tiempo de nuestra historia, todos los humanos tuvieron que practicar un estilo de vida “primitivo” denominado “cazador-recolector”: cazaban animales salvajes y recolectaban alimentos vegetales igualmente salvajes. Debido a que no hay alimento que se cultive y a que poco puede ser guardado, supuestamente en este tipo de vida no se puede tener un respiro del trabajo que comienza de nuevo cada día para encontrar comida y evitar la hambruna.

Escapamos de esa “miseria” solo al final de la última Era del Hielo, cuando la gente comenzó independientemente en diferentes partes del mundo a domesticar plantas y animales. La revolución de la agricultura gradualmente se esparció por el planeta de modo que hoy es prácticamente universal, y solo unas pocas tribus en lugares apartados permanecen como cazadores-recolectores.

¿Por qué casi todos nuestros ancestros cazadores-recolectores adoptaron la agricultura? Obviamente la respuesta es simple: porque la agricultura es una manera eficiente de obtener más alimento con menos trabajo. En pocas palabras: conveniencia y ahorro de energía (o flojera, como lo quieran ver). Sin embrago, no crean que es un invento puramente humano.

No somos los únicos
Entre todos nuestros logros culturales, la agricultura es especialmente reciente, habiendo iniciado hace solamente  10,000 años. Ninguno de nuestros parientes primates ha logrado algo ni remotamente similar a la agricultura. Sin embargo podemos encontrar un precedente animal en las hormigas, quienes inventaron mucho antes que nosotros no solamente la domesticación de plantas, sino también la domesticación de animales.

Resulta que existen varias especies de hormigas que cultivan hongos sobre composta de plantas que ellas mismas recolectan para que le sirvan a los hongos de comida, los que a su vez sirven de comida para las hormigas.  Inclusive, cuando una colonia de estos tipos de hormigas se muda, la reina se lleva consigo al cultivo inicial del preciado hongo, de la misma manera que los pioneros humanos llevan consigo semillas para plantar.

Obviamente los humanos no heredamos la agricultura de las hormigas, sino que la reinventamos. De hecho más bien la re-evolucionamos, debido a que nuestros pasos hacia el descubrimiento de la agricultura no fueron experimentación consciente hacia un objetivo en particular, sino que fueron una respuesta a comportamientos humanos y cambios en plantas y animales que llevaron sin querer hacia la domesticación de ambos. Sin embargo, eventualmente la selección consciente le siguió. Aunque, no tan consciente como nos hubiera gustado.

Un arma de doble filo
A la ciencia le debemos los más dramáticos cambios en nuestra auto-imagen como humanos. La astronomía nos enseñó que la Tierra no es el centro del universo sino solamente uno de varios planetas orbitando una de miles de millones de estrellas. De la biología aprendimos que los humanos no fuimos especialmente creados por Dios, sino que evolucionamos junto con cientos de millones de otras especies. Ahora, la arqueología está demoliendo otra creencia sagrada: que la historia de la humanidad durante los últimos millones de años ha sido una historia de progresos.

En particular en este último rubro, descubrimientos recientes apuntan a que la adopción de la agricultura (junto con la domesticación de animales), fue de hecho un logro tanto para bien como para mal. Solo por citar algunos ejemplos, con la adopción de la agricultura vino no solo el incremento en la producción de alimentos sino también en aumento de la inequidad social y sexual, y las enfermedades que amenazan la moderna existencia humana.

Y para comenzar a probar este punto y empezar a dudar de que la agricultura no sea otra cosa más que algo bueno, solamente hay que preguntarnos ¿realmente las personas que viven aun como cazadores-recolectores viven peor comparados con los pueblos agricultores? Sorprendentemente para muchos, sucede que esos cazadores-recolectores (como los pobladores del desierto Kalahari en África) tienen el mismo tiempo libre que nosotros (y de hecho en ocasiones hasta más), duermen lo que deben dormir, y no trabajan más que sus contrapartes agricultoras. Por ejemplo, el tiempo promedio que un Bosquimano del Kalahari ocupa obteniendo comida semanalmente es de 12 a 19 horas; ¿cuántos lectores de éste blog pueden decir que así de corta es su semana de trabajo?

Además, mientras los agricultores se concentran en cultivos altos en carbohidratos como el arroz, el trigo y las papas, la mezcla de plantas y animales silvestres en las dietas de los cazadores-recolectores que aun existen les proveen más proteínas y un mejor balance de otros nutrientes. Los cazadores son saludables, sufren de muy pocas enfermedades, disfrutan una dieta muy diversa, y no conocen las epidemias periódicas que atacan a los pueblos dependientes de unas pocas cosechas.

Y para terminar este artículo en continuación debido a que ya se acabó el espacio en este post, los dejo con una pregunta para seguir con el tema después: ¿Por qué creen que en nuestra era moderna muchas de nuestras comidas deben ser “fortificadas con vitaminas y minerales”?