Siempre me han llamado la atención las caras que hacen los bebés cuando se le quedan viendo a las personas, ya sean extraños o sus propios conocidos. Siempre encontré enigmático saber si los gestos obedecían a pensamientos hasta cierto punto conscientes, o si solamente eran aleatorios y más producto de la capacidad de controlar sus músculos que estaban adquiriendo.
Incluso algunas veces me he aventurado en guerras de gestos con algunos de esos bebés, para determinar si encontraban un sentido a mis gestos o si solamente intentaban imitarlos. Lo que encontré es que algunos de ellos reaccionaron, otros se quedaron serios y otros me ganaron en la batalla sin dejarme determinar si comprendían los menajes que les mandaba frunciendo el ceño.
El poder de la cara
Pues resulta que investigando sobre los temas de las semanas pasadas, encontré una explicación lógica que me ayudó a superar la necesidad de hacer guerras de gestos con los bebés que se me quedan viendo. Lo que comprendí desde el punto de vista evolutivo es que, en pocas palabras, el rostro es una fuente de retroalimentación mucho más importante y rica de lo que todo el mundo considera o le gustaría aceptar.
Sobre el asunto, el psicólogo Paul Ekman dice es que la cara es una enormemente rica fuente de información sobre las emociones. Y lo es por una simple y sencilla razón: porque ha evolucionado para ello. Y lo ha hecho porque el expresar nuestras emociones facialmente le ha ayudado a nuestra especie a sobrevivir, al ayudarnos a comprender qué está pasando en la mente de nuestros interlocutores. En otras palabras, a leer mentes. Incluso aunque no lo deseemos.
La verdad es que la cara tiene una especie de mente propia. Esto no quiere decir que no tengamos control sobre nuestros gestos. Podemos usar nuestro sistema muscular voluntario para intentar suprimir esas respuestas involuntarias. Pero varias veces, una pequeña parte de esa emoción suprimida (como intentar fingir felicidad cuando se está triste) se escapa.
Nuestro sistema expresivo voluntario es la manera en que intencionalmente señalamos nuestras emociones. Pero nuestro sistema expresivo involuntario es, en varias formas, mucho más importante: es la manera en que hemos sido equipados por la evolución para señalar nuestros auténticos sentimientos.
“Debes haber tenido la experiencia donde alguien comenta sobre tu expresión y no sabías que la estabas haciendo,” dice Ekman. “Alguien te pregunta, ¿Por qué te enojas por eso? o, ¿Por qué estás sonriendo? Puedes escuchar tu voz, pero no puedes ver tu cara. Si supiéramos lo que está en nuestro rostro, seriamos mejores a la hora de esconderlo. Imagina que existe un switch que pudiéramos desactivar para apagar las emociones en nuestros rostros cuando quisiéramos. Si los bebés tuvieran ese switch, no sabríamos lo que están sintiendo. Estarían en problemas. En este sentido, es obvio que el sistema evolucionó para que los padres pudieran cuidar de sus niños. O imagina que estuvieras casado(a) con alguien con un switch. Sería imposible. Sería difícil que existieran las citas, el enamoramiento y las amistades si nuestros rostros no funcionaran como lo hacen”, comentá Ekman.
Leer mentes es natural
Todos podemos leer la mente de otros sin problemas y automáticamente debido a que las pistas que necesitamos para comprender a alguien o una situación social están ahí en los rostros de quienes tenemos enfrente. Puede que no podamos leer las mentes tan brillantemente como Ekman o alguien entrenado en ello (o como Matt Parkman de la serie HEROES), pero existe en las caras suficiente información accesible para hacer posible la lectura de mentes día a día.
Cuando alguien nos dice “Te amo”, vemos inmediata y directamente a esa persona debido a que, al ver el rostro, podemos saber, o suponer con algo de pruebas, si el sentimiento es genuino o no. De la misma manera, un bebé te ve a los ojos porque sabe (instintivamente sin que nadie se lo haya enseñado) que puede encontrar una explicación en tu rostro. ¿Estás haciéndole una cara de felicidad? ¿Estás contrayendo los músculos de la cara que expresan miedo, algo que hasta un bebé comprende fácilmente?
Hace algunos años, un equipo alemán de psicólogos condujo un estudio al respecto. Hicieron que dos grupos de personas vieran unas caricaturas. El primero las vio deteniendo una pluma con sus labios -una acción que les impedía contraer los músculos importantes para sonreír- y el otro grupo sosteniendo la pluma pero con sus dientes, lo que tenía el efecto contrario y los forzaba a sonreír. Las personas con la pluma entre sus dientes disfrutaron mas la caricatura.
Más poderosa de lo que piensas
Estos descubrimientos pueden ser difíciles de creer, ya que tomamos por sentado que primero experimentamos la emoción y después la mostramos (o nos aguantamos de mostrarla). En otras palabras pensamos que el rostro es un residuo de la emoción. Lo que este estudio mostró, es que el proceso trabaja en el sentido contrario también. La emoción también puede comenzar en la cara. El rostro no es una pantalla secundaria para nuestros sentimientos internos: es un socio equitativo en el proceso emocional.
¿La conclusión? Todos podemos leer mentes. Unos mejor que otros, si bien no al nivel que todos quisiéramos, pero lo hacemos. No podríamos sobrevivir (al menos en nuestro estado evolutivo actual) si no fuera así. Lo traemos de fábrica porque ha sido útil hasta ahora. En muchas ocasiones, nuestro rostro nos delata aunque estemos mintiendo, ante alguien que sepa leerlo, claro.
Si no me creen, traten de mantener una conversación con una persona autista. Ya comprobarán a lo que me refiero. Y si no, ya se los expliqué antes en un post pasado. Y si quieren entretenerse y al mismo tienmpo ir asimilando el tema, no se pierdan la interesante serie Lie To Me en el canal Fox.