La manera más efectiva de dejar de hacer algo que necesitamos dejar pero se nos hace difícil, no es hacerlo gradualmente. Es decir, no es, como se conoce coloquialmente, a medias tintas.
Comprobado está que lo mejor es cortarlo de una vez. Te dolerá mucho. Pero el dolor durará menos y, lo mejor, te funcionará mucho más rápido.
Claro que el beneficio no es gratis ni fácil: implica, además de fuerza de voluntad, compromiso real. Pero si aguantas, los resultados te sorprenderán. Y también a los demás.
Además, el hecho de que le saques la vuelta a querer cortar de tajo y preferir hacerlo gradualmente, solamente quiere decir es que no terminas de convencerte, de dejar tus prejuicios y tu zona de confort, lo cual obviamente significa que buscarás excusas para no hacerlo.
Y que no lo harás.
Dejar el azúcar
Un ejemplo típico y ya estudiado es dejar el mal hábito de comer algo que no te conviene. Como el azúcar.
Como ya hemos abordado en el post anterior sobre que El Azúcar es Veneno, como lo dice el título, técnicamente consumir azúcar es envenenarte si no lo haces en las circunstancias apropiadas. Y la mayoría no lo hace.
De modo que muchos quieren comenzar a comer saludable, y uno de los primeros pasos es dejar los carbohidratos que más tienden a convertirse en grasa, siendo el azúcar el alimento más dañino en este y muchos más respectos.
Si deseas saber qué otros alimentos al final se convierten también en azúcar en tu organismo para posteriormente almacenarse como grasa en tu panza y tus llantitas, te recomiendo leer o releer por qué en realidad no necesitas consumir carbohidratos y por qué debes dejar de consumir harinas.
Así que, contrario al consejo que suena lógico y escuchamos siempre de que para dejar un mal hábito debemos hacerlo poco a poco, la mejor manera de dejar el azúcar (y para el caso casi cualquier mal hábito) no es bajarle a la cantidad que consumes. Es eliminarla de una vez.
Puede parecer drástico, pero es lo más efectivo. Y te explicaré por qué.
Olvídate de las medias tintas
Es común que tanto los nutriólogos como la “sabiduría” común nos sugieran que todo cambio difícil se deba introducir gradualmente. Después de todo, parece lógico, ¿no?
Pues tanto estudios como testimonios comprueban que es mucho más probable que no logres tu objetivo si lo quieres hacer gradualmente. Y dejar los azúcares y los carbohidratos en general no es la excepción.
El término en inglés to go cold turkey es lo que debes comprender y poner en práctica para asegurar que lograrás cortar con un mal hábito.
El término deriva de las expresiones “frío” (directo, sin rodeos) y talk turkey, una frase utilizada en los 1800 para referirse al hecho de decir las cosas honestamente aunque duelan. Pero el origen más reciente y más directamente relacionado con nuestro problema con los alimentos dañinos es el que sugiere que la frase proviene desde 1921 cuando se utilizó para denominar como “el tratamiento cold turkey” al hecho de dejar de tajo el consumo de drogas, relacionado con el efecto de piel erizada que provocan los síntomas de desintoxicación, precisamente con la textura de un pavo desplumado y (después ya con el uso común de refrigeradores) frío.
Y no podía de hecho esta relación con las drogas ser más directa y apropiada, ya que el azúcar es tanto adictivo como algo que no necesitas consumir en realidad. Y también algo que dejarlo te provocará al principio sensaciones desagradables.
Pero, al igual que un adicto, solo serán los efectos de la transición, y por más que sientas que te vas a morir, eso no pasará.
Así que, no dejes gradualmente las harinas y las azúcares comiendo cada vez menos panecillos y pastas: elimínalas de tu dieta de una vez y oblígate a no tener ese sabroso sabor en tu boca. Aunque no lo creas, en unas semanas ya no lo extrañaras e inclusive lo encontrarás innecesario.
Recuerda: sin medias tintas
Después de unos días de cortar de golpe las azúcares comenzarás a darte cuenta que hasta lo que pensabas que no tenía azúcar sabe dulce. Comenzarás a notar el azúcar hasta en la comida que ni imaginabas que tenía. Ese jugo que considerabas natural y sin azúcar añadida lo encontrarás mucho más dulce que antes, y además te darás cuenta de el exceso de azúcar que consumías en esa bebida que parecía jugo pero no era en realidad.
Y comenzarás a comprender que no la necesitas. Y hasta acostumbrar a tu organismo a evitarla. Y también comenzarás a evitar los carbohidratos en general.
Pero para conseguir este gran beneficio, debes pasar por ese rápido y doloroso proceso de desintoxicación. De una vez. Sin sacarle la vuelta. Sin medias tintas.
En cambio, posponer el dolor solamente te fomentará caer en la tentación y, en el caso del consumo de carbohidratos, mantener a tu metabolismo desequilibrado… lo cual casi irremediablemente hará que claudiques en tus esfuerzos.
Los beneficios de superar el reto
Pero no todo el dulce estará perdido.
Después de superar efectivamente tu proceso de desintoxicación de azúcar, y después de acostumbrara tu organismo a no necesitarla ni pedirla, y de entrenar a tu metabolismo para prescindir de ello (con todos los beneficios que esto implica para tu salud y nutrición), podrás comenzar a regresarla a tu dieta.
Conscientemente, es obvio, pero después de que tu organismo se adapta y de que comprendes que es un placer que no necesitas en realidad, puedes comenzar a darte lujos sin remordimiento y sin efectos secundarios de los cuales lamentarte.
Cuando ya no eres adicto y tus decisiones respecto al azúcar pasan a tu plano consciente, esa galleta, esa rebanada de pastel, e inclusive esa soda a la semana no te harán el mismo daño. Así que tampoco tienen que dejar tu vida.
Pero después, y solo después, de pasar por la desintoxicación exitosamente.
Aunque te duela.
De hecho, es mejor que te duela.
Porque no olvides que el simple hecho de ponerle pretextos (como el hecho de que te duela aunque no te vaya a pasar nada malo), quiere decir que no te animas.
Y si aceptas que no te animas, igual y puedes vivir tu vida en tu zona de confort. Mientras dure el confort.
Cuando se te acabe, nada más no te quejes ni busques asignarle culpa a alguien más.
Si no quisiste hacer las cosas de manera diferente, sin medias tintas, al final fue tu decisión. Y cuando se trata de decisiones:
“Si ya lo puso, no lo frunza.”
— Mi nana