Cada generación critica a la siguiente; es casi una regla de la sociedad. La generación que participó en la Segunda Guerra criticó a los Baby Boomers, estos criticaron a la Generación X, y esta sucesivamente a los Millennials. La razón principal es que cada generación ha podido desarrollarse en un ambiente relativamente más cómodo, adoptando ciertos estilos de vida y pensamientos que la anterior generación considera contraproducentes, tanto para el individuo como para la sociedad.
Y algunas quejas han resultado correctas: en general cada generación nacida después de los años 50 ha perdido cada vez más la capacidad y la disposición de soportar estrés físico, de trabajar con sus manos, de conservar un enfoque estoico ante las dificultades de la vida y de disciplinar a sus hijos. Y es natural, ya que el progreso continuo nos ha permitido como sociedad vivir con menos preocupaciones y no batallar (hasta literalmente) como las generaciones anteriores.
Sin embargo, las circunstancias de la nueva generación son muy diferentes, física y también psicológicamente, y cada vez más expertos (y no solo “los mayores” en general) están corroborando que “algo hicimos mal” desde mediados de los 90’s.
La Generación i
Uno de esos expertos es Jonathan Haidt, profesor de Liderazgo Ético de la Escuela Stern de Negocios de la Universidad de Nueva York, quien reconoce a la primera generación que creció conectada de manera portátil como la Generación i (iGen). Acuñado por la profesora de psicología y experta en diferencias generacionales, Jean Twenge, el nombre proviene del aparato que hizo popular la conectividad portátil, el iPhone. Es decir quienes, especialmente en Estados Unidos, nacieron a finales de los años 90’s.
Haidt asegura que aunque técnicamente la generación Millennial, los nacidos desde principios de los 80’s y hasta mediados de los 90’s, también crecieron con la ventaja de la conectividad, éstos no tuvieron esa conectividad en todos lados sino hasta que ya habían dejado la universidad o entrado a la fuerza laboral, lo cual es un punto crucial para diferenciarse de la Generación i; y para la afectación psicológica que aflige a esta última, lo cual es muy que evidente precisamente en la escuela, especialmente en la educación universitaria.
Mentes apapachadas
Al haber detectado ciertos problemas psicológicos y de actitudes en la Generación i, Haidt y Greg Lukianoff, presidente de la Fundación por los Derechos Individuales en la Educación, se dedicaron a reunir evidencia con la que escribieron el ahora best seller The Coddling Of The American Mind, que explica a detalle todos los problemas que las generaciones después de los Millennials están teniendo en la escuela y después de graduarse. Problemas que ya están afectando no solo a la Generacion i, sino también a la sociedad en general; y problemas que si no se trabaja en su solución, pueden afectar de muchas más formas, conforme la globalización estandariza varias de esas nuevas costumbres y actitudes. Tanto las malas como las buenas. No solo en “América”.
The Coddling Of The American Mind, en su título resume acertadamente el problema: las mentes de las nuevas generaciones están siendo apapachadas y sobreprotegidas. Y aunque el análisis de Haidt y Lukianoff está centrado en los problemas que por esta razón se están encontrando los universitarios en Estados Unidos, lamentablemente ya estamos viendo algunas señales de problemas similares en varios países más.
¿Cuáles son esos problemas y qué tan serios son?
La Generación Copo de Nieve
El otro nombre con el que se le conoce a la iGen, nos enmarca perfectamente el problema: se conoce como la Generación Copo de Nieve o la Generación Snowflake (algunos inclusive incluyen en este término a los Millenials). El término se refiere a la fragilidad de una escarcha de nieve y la facilidad con la que se derrite con el menor cambio en la temperatura y en cuanto toca una superficie.
Eso precisamente es lo que ha fomentado en la Generación Copo de Nieve la sobreprotección psicológica que sus padres les dieron durante su crecimiento, y además que es promovido por el contenido al que tienen acceso todos los días y a todas horas gracias a sus smartphones. El lema de esta generación podríamos resumirlo en su exigencia hasta explícita: “prohibido que me hagan sentir mal o me ofendan”. Y es hasta cierto punto una buena exigencia. Excepto porque esta incluye la libertad de considerar arbitraria y cómodamente su concepto de ofensa.
¿Un ejemplo de problema con esta actitud? La tendencia en las universidades gringas a que sus estudiantes se sientan con la libertad de decidir cuál plática, conferencia o clase los ofende, y no solo quejarse ante la administración al respecto; también exigir el despido de los maestros o prohibir la entrada de los ponentes.
Educando velas
¿No se supone que la Universidad es un lugar y una etapa para que un futuro profesionista se encuentre con todo el conocimiento y las experiencias necesarias para su formación? ¿No se supone que el propio concepto de “UNIVERSidad” se refiere al universo de ideas a las que se supone deben los estudiantes exponerse para lograr una formación profesional responsable?
La Genereación Copo de Nieve no entiende ese concepto porque prefiere la practicidad de solamente lo que les interesa y les hace sentir cómodos, es decir solamente aceptan lo que vaya conforme a sus ideas. Además reprueban cualquier idea que vaya en contra de lo que les gusta pensar o creer. Haidt y Lukianoff reconocen esto como una distorsión cognitiva que afecta su desarrollo psicológico.
¿Y qué es peor aun? Que las propias universidades y otras escuelas no solamente han permitido que esta tendencia crezca, sino además la han promovido al ceder a las presiones de las exigencias de grupos de estudiantes. Con esto reforzando su idea de que “exigir que no me hagan sentir mal o me ofendan” es una actitud correcta ante la vida.
Para enmarcar mejor el error de pensamiento en esta actitud, son perfectas unas palabras de Nassim Taleb, quien en su libro sobre el concepto de Antifragilidad explica cómo el viento extingue una vela, pero aumenta un fuego; y no convertir a nuestros hijos en velas. “Quieres ser el fuego y desear por el viento”, asegura Taleb. Esto es precisamente lo contrario que la sociedad está enseñándole a la Generación Copo de Nieve.
Correctitud política innecesaria
¿Qué no una ofensa es una ofensa, y es mala? Sí. Pero la pregunta importante es ¿solamente por ser algo una ofensa es mejor que un joven no la escuche? La realidad es que las mentes en desarrollo son antifrágiles, es decir que se desarrollan mejor cuando se encuentran con dificultades, no cuando crecen en la comodidad.
Durante su crecimiento, y durante la educación profesional, un joven debe encontrarse con situaciones e ideas que no le resulten cómodas y que le ayuden a comparar lo que sabe y cree con lo que saben y creen otras personas. Aun cuando eso le haga sentir incómodo. De hecho, especialmente si causa incomodidad. Así se forma el carácter y muchos otros aspectos de la psique humana que marcan la madurez.
El concepto de correctitud política entra en juego aquí, debido a que muchas situaciones que en realidad no son amenazas reales, son promovidas como ofensas castigables, al punto en convertirse en situaciones que limitan libertades esenciales para el ser humano, como la libertad de expresión y de libre pensamiento. “Lo que él dice me ofende. Cállenlo”.
Si por ser políticamente correctos evitamos la exposición de la juventud a ideas incómodas, no le estamos haciendo ningún bien a esas mentes: las estamos malacostumbrando a la comodidad.
Y aquí viene algo que muchos considerarán políticamente incorrecto pero ya está científicamente comprobado: las más afectadas son las mujeres.
Las mujeres son las más afectadas

Porcentaje de adolescentes de 12 a 17 años con al menos un episodio de depresión mayor en el último año. Fuente: National Survey on Drug Use and Health.
Para no hacer más extenso este artículo, analicemos rápidamente esta gráfica.
Aunque sea políticamente incorrecto decirlo (al menos para muchas por ahí), las mentes femenina y masculina son muy diferentes. Una de esas diferencias está relacionada con su capacidad de ser afectada psicológicamente por las situaciones y su concepción de las mismas. Y como la gráfica muestra, esa diferencia psicológica se nota en el aumento de la incidencia de casos de depresión en Estados Unidos, una de las marcas principales de la Generación Copo de Nieve.
Como ya lo hemos abordado en un artículo anterior (Depresión y Redes Sociales), y lo seguiremos haciendo porque el tema tiene mucho para analizar y conocer, la depresión en aumento está directamente relacionada con la educación que ahora reciben (o dejan de recibir) las nuevas generaciones en sus hogares, en sus escuelas y a través de sus teléfonos.
Y esta es una de las terribles consecuencias de estar educando velas en lugar de fuegos, cuando los vientos son inevitables en la vida.
¿Por qué son más afectadas las mujeres que los hombres por la depresión? La políticamente incorrecta respuesta la analizaremos en un próximo artículo. Aunque resulte incómoda para muchas mujeres de la Generación Copo de Nieve.
De hecho, especialmente por eso.
Referencias
Lukianoff, G. & Haidt, J. (2018). The coddling of the American mind: How good intentions and bad ideas are setting up a generation for failure. New York: Penguin Press.
Lustig, RH. (2018). The hacking of the American mind: The science behind the corporate takeover of our bodies and brains. NY, NY: Avery.
Taleb, N. (2012). Antifragile: Things That Gain from Disorder. Penguin Books.
Twenge, J. M. (2017). IGEN: Why todays super-connected kids are growing up less rebellious, more tolerant. New York: Atria Books.