El ejemplo clásico (y que pueden probar por sí mismos si se lo proponen) de lo que pasa cuando perdemos la habilidad de leer la mente de otros es la condición del autismo. Producto de un desorden en el desarrollo del cerebro, cuando alguien es autista, esa persona está prácticamente “ciega de la mente”. La gente con autismo encuentra difícil, sino es que imposible, hacer lo que instantánea y naturalmente podemos hacer para interactuar con nuestros semejantes.
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